Skender observaba a Roxana acostada lo más lejos posible de él. Casi estaba durmiendo fuera de la alfombra y su corazón dio un salto cuando él se acostó a su lado. La alfombra era pequeña y ella deseaba que fuera más grande porque la distancia entre ellos no era suficiente para tranquilizarla. Su corazón latía fuerte y él podía sentir el calor de su cuerpo. Ella estaba molesta y él también. Entonces, ¿por qué se estaba sometiendo voluntariamente a esta tortura?
Roxana yacía rígida boca arriba, temerosa de enfrentarlo y sin saber si podía darle la espalda. Él, por otro lado, se acostó de lado y la observaba a la débil luz que atravesaba la tienda desde el fuego que ardía afuera. Se había dado un baño en el río solo para refrescarse antes de esta tortura, pero era inútil. Especialmente no cuando ella seguía recordando su cuerpo y luego intentando bloquear esos recuerdos.
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