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Cuando Skender despertó no se sentía triste ni emocional. Volvía a tener los ojos abiertos. A pesar de saber que era peligroso, había permitido venir aquí anoche. Ahora tendría que irse. Este ir y venir no funcionaría. Haría daño a muchas personas, pero sobre todo a él. Cuando estaba a punto de marcharse silenciosamente, Rayven se despertó.
—¿Te vas?
—Sí.
—Puedes quedarte a desayunar.
Skender lo miró fijamente durante un largo momento. Estaba contento de verlo así, de ver este cambio, pero triste por no ser la misma persona que pudiera ser amigo suyo. Algo por dentro no lo permitía. Alguna parte rota de él.
—No tengo hambre y tengo mucho que hacer.
Antes de que pudiera intentar detenerlo, Skender desapareció. Se llevó a sí mismo a su cámara donde podía cambiarse y prepararse para el día. Mantenerse ocupado sería lo mejor.
Cuando se puso su chaqueta, Lucrezia vino a verlo.
—¿Tienes prisa? ¿Necesitas algo?
—Estoy buscando a una bruja —dijo ella.
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