Angélica despertó tras una pesadilla. Soñó con ir a su boda vestida de blanco y que alguien derramaba una bebida sobre su vestido. Todos se reían de ella. Aún podía escuchar sus risas después de despertar.
Después de un golpe en la puerta, Sarah entró. —Buenos días, Mi Señora. Pensé que estaría dormida y vine a despertarla —sonrió.
—Buenos días —respondió Angélica.
—Es el día de su boda —Sarah sonrió emocionada.
Claro.
Debería haber estado emocionada en el día de su boda pero no lo estaba. No era como si se casara con el hombre que amaba y con quien esperaba construir un futuro. Lo único que la emocionaba sobre el futuro era su hermano. Realmente, no pasaría por todo esto si no fuera por él.
—¿Dónde está Guillermo? —preguntó Angélica.
—Está desayunando, Mi Señora. Ya le di la ropa que compró para él —respondió Sarah.
—Gracias —dijo Angélica.
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