El embarazo de Aries era un secreto. Así que su aborto no fue conocido por muchos y no hubo un funeral apropiado para su hijo. Después de que recuperó la conciencia, lo primero que hizo fue buscar a su hijo. Para su consternación, la noticia que recibió fue suficiente para devastarla.
Lloró con todo su corazón, lamentando la pérdida de otro ser querido por culpa de la misma persona. Sin embargo, Aries, que de alguna manera sentía que esto sucedería eventualmente y aún así esperaba ilusamente que no sucediera, solo lamentó por un día. Después de eso, no habló ni una palabra y consistentemente se sentaba en la mecedora día tras día.
Había estado así durante una semana entera desde la pérdida de su hijo. Se levantaba y se sentaba allí, permitiendo que la joven criada la limpiara, y luego se quedaba allí hasta que se quedaba dormida. Nunca Aries se preguntó cómo se despertaba en la cama porque en el momento en que se despertaba, caminaba hacia esa mecedora y repetía su rutina.
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