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Inundar un Océano

Adeline no sabía qué decir. Si un niño ya había llevado a tales complicaciones, ¿qué harían dos? Se volvió hacia Elías, sus ojos abiertos de par en par—. ¿E-estás seguro?

—Vi dos sacos —murmuró Elías—. El doctor también lo presenció.

Adeline tragó saliva. Confíaba en él. No había manera de que él le mintiera sobre eso. Incapaz de pronunciar otra palabra, sentía como si su corazón amenazara con saltar fuera de su pecho. ¿Qué iban a hacer ahora?

Adeline observó a Elías. Sus ojos estaban rojos brillantes, señalando que sus emociones estaban a flor de piel y que estaba de mal humor. Le recordaban a los rubíes de sangre de paloma, tan hermosos, pero fríos. Vio la turbulencia antes de escucharla. Sus grandes manos cubrieron las suyas suaves.

La cara de Adeline se desmoronó. Había sentido el temblor de sus dedos, cuando se agarraron fuertemente a los de ella, apretando con seguridad. Él estaba siendo tan fuerte por ella, conteniendo su dolor y emociones para priorizar las de ella.

Gesperrtes Kapitel

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