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Adeline abrió su boca, pero no le salieron palabras. Estaba confundida sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal. Él la miró con veneno brotando de sus ojos. Sus palabras dolieron, pero ella también debía haberlo herido. Él la observó con desagrado, sus labios curvados en una mueca de desdén.
—Tal vez crucé la línea, pero tú lo hiciste primero, Adeline Rose. Y más te vale tenerlo presente —sin previo aviso, Elías soltó su agarre. Dio un paso atrás y se marchó airado.
Las piernas de Adeline casi ceden. Miró su espalda alejándose, ancha y poderosa. Jamás le había gritado como lo hizo hoy. Siguió observándolo, mientras le costaba respirar y su garganta se cerraba.
Incluso cuando estaba enojado, su toque nunca la había lastimado.
Elías, a pesar de todos sus defectos y temperamento, nunca le había dejado un moretón en la piel. Aun cuando su autocontrol y paciencia eran puestos a prueba, seguía siendo consciente de su cuerpo humano.
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