—Sí —respondió Li Kun con indiferencia.
La mirada de Qin Dong cayó sobre Qiao Nian. La postura de Qiao Nian era elegante y su temperamento noble. No importa cómo se la mirara, era una niña obediente.
Con este pensamiento en mente, Qin Dong asintió y dijo:
—Confío en tu juicio de las personas. Ya que ella ha captado tu atención, debe ser una buena persona. Después del banquete, lo discutiré con tu padre. Cuando llegue el momento, iremos a la familia Qiao a pedir su mano.
Cuando Li Kun escuchó las palabras de Qin Dong, se apresuró a decir:
—Mamá, no hay prisa. Puedo manejar esto por mí mismo.
Cuando Qin Dong escuchó las palabras de Li Kun, una sonrisa tenue apareció en sus labios. Parecía que su hijo realmente se preocupaba por esta chica. Por lo tanto, sonrió y dijo:
—Está bien.
Gu Zhou no estaba lejos de Qin Dong y Li Kun. Había escuchado todo lo que la madre y el hijo habían dicho. Sus ojos se oscurecieron mientras permanecía allí, frío.
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