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Un ataque sorpresa

**En el pueblo Atom, país de los exiliados**

A una gran velocidad, un par iba saltando entre los techos de las casas. Era como si ninjas preparados estuviesen en una persecución, siendo el rastro de la sombra lo que dejaban atrás. Sin dañar los ladrillos ni los techos de madera, estos expertos reducían su peso, haciendo que este no fuese un problema ni para las estructuras en que se apoyaban ni para reducir su velocidad. Además, reducían significativamente el ruido.

Para las personas normales, era un espectáculo ver los saltos y caminatas de este par de personas. En cambio, otros hacían muecas de disgusto, puesto que les molestaba que este tipo de gente sin control y antisocial existiese en este país. Si ellos tuviesen el poder, no dudarían en matar a estas personas consideradas plagas para ellos.

Estos sujetos llevaban una vestimenta negra, más una armadura que mantenía oculta un arma especial. Además, llevaban puesto un collar gris con un broche que decía un número: 1 y 2, sucesivamente.

Uno de estos sonríe, el que tiene el cabello corto y enrulado, además de una panza distinguible a unos cuantos metros. Su mirada estaba posada en un radar cuyo punto de encuentro estaba visiblemente cerca.

—20 metros marca el aparato —dice, inclinándose a la dirección en la pantalla—. ¡Oye, Franc, allí están! Abajo, al frente. Apunta a matar al que está sentado; yo mataré al otro.

—¡Ok, no hay que desperdiciar el ataque sorpresa!

Por otro lado, un joven se encontraba con tez pálida, sudando. Era como si estuviese en un juicio y fuese culpable. Una chica un poco eufórica lo miraba con excitación y admiración. Esta belleza se abrió la puerta de la carroza por sí misma, cosa que no hacía desde muy joven.

Al poner un pie en el suelo, salieron a relucir sus zapatillas blancas de seda, punta abierta, decoradas con un hermoso cristal naranja en forma de flor encima de la punta, más un tacón de 115 mm.

La chica hace una postura de esas que solo se hace entre nobles. Se agarra el vestido mientras muestra sus modales al joven, con una reverencia. El joven, con gran satisfacción y un poco de vergüenza por tanta cortesía a la que no estaba acostumbrado, le devuelve el saludo con una leve inclinación.

La vergüenza del joven no era perceptible en el rostro o lenguaje corporal, ni siquiera al ver que las personas veían mucho en la dirección de la chica y, por consecuencia, en la de él.

—¡Me encantaría poder ver! —dice la chica, aumentando su nivel de ritmo cardíaco, haciendo que su respiración fuese un caos. Luego, esta se aproxima lentamente hacia el joven con los dedos extendidos, como si quisiera tocar para ver si no era una ilusión lo que veía.

Sin embargo, algo estaba haciendo que esa imagen, ese marco, ese lienzo, cambiara de forma. Un lucero del alba pasó por su vista de derecha a izquierda, justo a la persona cuyo cuadro hacía realidad.

El corazón de Angi se detuvo, puesto que esto se debía a un error suyo al ensimismarse, bajando la guardia tanto que no pudo percibir ese ataque, que estaba a pocos centímetros del joven.

—¿Eh? —exclama Angi, saliendo corriendo lo más rápido posible. Justo a la distancia en que el lucero del alba tocó un cabello de la cabeza del joven, Angi lo desvió golpeándolo con su abanico cerrado. Esta no pudo concentrar tanta energía en el abanico por el tiempo, así que no logró pasar la fuerza adecuada. De igual manera, disminuyó una gran cantidad del movimiento, además de frenar la energía,

pero no pudo desviar todo por la fricción del impacto de las energías del lucero del alba y el abanico cubierto del poder de Angi. Así que el arma igual golpeó al joven con la poca presión y voló unos centímetros hasta caer al suelo.

**Segundos antes...**

Lucsus estaba aterrorizado, puesto que una chica de origen noble había entendido todo mal o, mejor dicho, había entendido demasiado. De cualquier manera, ella no puede venir conmigo, puesto que sería fraude ante tanta expectativa que percibo en mí —murmura Lucsus.

—Hmm —Kana'a vio con curiosidad al joven. Se colocó al frente de él y extendió sus nueve colas alrededor de su espalda. Al capturar la atención del joven, estas brillaron como el oro, los bordes eran de ese mismo color, e hizo que los bordes de sus colas blancas se mostraran con un brillo majestuoso.

—¡Así es, véme solo a mí! A ella no le hagas caso —dice Kana'a, pareciendo que no le agradaba la idea de que alguien pidiera su atención.

—Antes de eso, necesito saber cómo lidiar con eso —murmuró Lucsus a Kana'a, y esta logró escuchar. Sin embargo, rápidamente movió la cabeza hacia su lado derecho.

—¡Amo, te atacan! ¡Cúbrete, no hay tiempo! —grita Kana'a.

El joven no se asustó. Además, por reflejo, rápidamente volteó sus ojos a la izquierda. Al girarlos, encontró tanto un arma de piedra como la belleza que caminaba lentamente hacia él antes de apartar la vista. Es sumamente veloz —pensó Lucsus.

Kana'a, por otro lado, vio cómo los bordes de su cuerpo comenzaron a quemarse. Sus ojos marrones y mirada sensual fueron dirigidas a Lucsus.

—Esta habilidad no requiere uso de autoridad, ni cielos, solo una conexión que ya establecimos al dejarme entrar a tu mundo espiritual. Como yo tengo más reflejos, velocidad y habilidad actualmente, puedo activar tu poder más rápido.

Ya me di cuenta que en esta situación tienes los reflejos, más no la velocidad de activación. Así que déjame activar tu defensa —dice Kana'a.

Lucsus asiente, y esta activa la densidad en el cuerpo de Lucsus. Una aura color castaño claro surge desde dentro de su cuerpo como núcleo hacia afuera. El pánico se extendía por el corazón de Kana'a, puesto que no iba a dar tiempo antes de que el lucero del alba lo golpeara. Apretó los dientes y su tez se volvió pálida. Esta aumentó sus llamas.

De repente, Kana'a vio que a Angi sí le daría tiempo de llegar.

—¡Boom! —Detuvo gran fuerza, disminuyendo la velocidad, haciendo que apenas los bordes castaños de Lucsus se activaran antes de golpearlo. Este cayó al suelo; sin embargo, el daño era muchas veces menor.

—¡Amo! ¡Amo! —gritaba la media zorra preocupada. Lucsus se levanta lentamente, con un leve sangrado en la cabeza.

Kana'a no tenía palabras para agradecerle a Angi, quien lo salvó de una muerte muy probable. Esta, aunque sabía que no la podía ver, igual hizo un gesto de cortesía y pronunció las palabras:

—Gracias por salvar a tu salvador... y al mío.

Lucsus iba a agradecerle a Angi; sin embargo, la expresión y mirada de Angi fueron dirigidas en otra dirección. El corazón de Lucsus palpito un poco más rápido de lo común, puesto que una idea cruzó su mente.

—¡Hay más de uno! —pensó.

Al voltear, Shinyi estaba en el suelo con un antiquísimo mangual con púas enterrado en casi todo el brazo izquierdo, incluyendo una parte del hombro. Una escena horrible estaba ante sus ojos. La idea de matar al causante de esto era palpable en él.

—¡No te preocupes! Aún está con vida. Además, el atacante de Shinyi falló el ataque mortal, y Shinyi logró usar la energía para cubrirse. Aún está consciente, pero está en desventaja, además de fuera de combate —dice Kana'a, para que Lucsus no corriera peligro y se abalanzara por impulso.

Angi ve a Shinyi y no le causa mucha emoción; sin embargo, ve a Lucsus y dice, señalándolo:

—¡¿Quién se atreve a tratar de matar a mi amigo?! —Esta estaba realmente furiosa.

Kana'a levanta una ceja.

—Esta mujer sí que es interesante. Parece que es muy buena observadora para interesarse tan rápido por ti.

El sujeto que había dejado fuera de combate a Shinyi sacó del cuerpo que había atravesado a su antiquísimo mangual punteagudo, que trajo consigo pedazos de carne y sangre. Este sujeto delgado, con pelo liso de medio lado, parecía disgustado por no haberle atinado a la cabeza.

—¡Diablos, qué problema! Parece que no domino bien el peso extra —dice.

Por otro lado, el sujeto que golpeó a Lucsus con el lucero del alba se mostró ante Angi.

—¡He sido yo! —con una mirada retadora le dice a Angi.

Del carruaje, el conductor baja e intenta defender a su señora con una espada de madera que llevaba consigo por decoración.

—Eso no servirá con ellos. Están a un nivel más alto que tú, además de que llevas tiempo sin cultivar. Mejor regresa al carruaje con mi esposo, que ha de estar temeroso —dice Angi.

El conductor insiste nuevamente, pero ante la negación rotunda de Angi, este no tiene más remedio que obedecer.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunta el dueño del lucero del alba.

—¡Una escoria como tú no merece saberlo! —dice Angi con desdén.

—Jejeje, eres de las que se hacen interesantes. Eso me gusta —mientras repite esas palabras, lame la empuñadura de su arma.

Las palabras de esta refinada dama salen por impulso.

—¡Qué asco me das! Además, estoy muy molesta.

—No me mires con repugnancia. Mi nombre es Neri —dice el sujeto, interrumpiéndose a sí mismo—. ¿Acaso no eres aquel joven de la Grieta de la Ambición? —expresa muy sorprendido, imaginándose el cabello largo anterior de Lucsus y haciendo una imagen mental ahora teniéndolo corto.

—Así que tú eras el ganador del evento de huesos rotos y agonía.

—¡Cállate! No me interesa si lo conoces. ¡No dejaré que le pongas un dedo encima! —expresó Angi, sin dejar que Lucsus respondiese.

Neri señala con el dedo a Angi y dice:

—Guarda silencio, niña rica, o primero te haré añicos a ti.

—Lo siento, chico. No sé qué haya pasado o cómo ganaste ese evento; sin embargo, trabajo es trabajo, y la recompensa por tu cabeza es alta.

—Pero no más alta que el botín —dice Franc, riendo de una manera burlona.

Estos chicos aceptaron la misión de capturarlos con la intención de quedarse el botín para ellos. Esto es algo que entendieron Kana'a, Angi, Lucsus y hasta el mismo Shinyi, quien se estaba sosteniendo el brazo de dolor en el suelo.

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