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Miembro productivo de la sociedad.

Como es sabido cuando se declara una pandemia, las primeras medidas que se toman, son el resguardo de la vida humana. No fue hace mucho tiempo que se decretó la misma debido al virus.No todos los seres tienen la paciencia de vivir encerrados. Idelfonso era uno de esos adultos adolescentes callejeros, que vive con su madre, a la tierna edad de 35 años. Toda su vida se declaró un rebelde sin causa. Y no por ver la película de jeans Den., y ni tampoco por escuchar Sex Pistols.Todas las noches ponía la música fuerte, su madre, los vecinos, y cualquier ser vivo, apenas podía dormir. Era un ser de esos irrecuperables ante el alcohol, y alguna que otra droga por gusto de fama promocional.Se le ha conocido alguna novia, pero desaparecían, como cuando se disipa el humo, o cuando la lluvia apaga una fogata encendida. Descubrían que era un ser de esos ilógicos que solo se preocupan por una buena chaqueta, y unas buenas jarras de cerveza.Cuando se dictó la cuarentena, sin salida. Se les solicitó de manera amable a todos los ciudadanos de la ciudad permaneciesen en sus casas. Algunas personas, como Idelfonso se reían en la cara de las noticias. El virus era letal, sí, pero algún día debemos morir.Su madre intentaba que este evitara salir, aunque su hijo no hacía caso.- ¿A dónde vas? – le pregunta su madre preocupada – ¡no vez! ¡Que no se puede salir! Hay que quedarse en casa, hasta que todo esto pase.- No me importa. ¡A mí no me mandas vos! Ni nadie. – se ríe jactándose de los lamentos de ella.- ¡No tenés remedio! Dios no tenés remedio – se decía ella, lamentándose como su mama. –- ¡Cállate vieja! – le grita insultando por sus adentros aquel ser sin escrúpulosActo continuado de esta obra, tomó las llaves, y abrió la puerta de su casa, para salir. Rosario la vecina, que tenía la misma edad que su madre, y eran amigas, lo ve desde su ventana, y le pregunta ¿a dónde se dirige? Pues no podía salir, estaba dictada la resolución que prohibía circular en las calles. ¡No me molestes vos! le expresa mordiéndose los dientes, con sus ojos desorbitados. No tiene remedio este tipo comentaba.Pasada la tarde regresa, con un olor ranció de sudor añejo, de haber ingerido alguna bebida alcohólica de precio módico. Ingreso sin saludar, y se encerró en su habitación aquel niño adulto. Su madre estaba con el auricular en la mano hablando con su vecina que le sugería alguna que otra idea para ayudarlo a su hijo. ¿Porque no internarlo? Ellaladeo negativamente con la cabeza, aunque la charla fuera por teléfono, y luego contestó que no.- De todas maneras, no puede estar violando la cuarentena constantemente.- Lo sé bien cita, aunque no tengo forma de hacer que permanezca en casa. Es como un huracán que arrasa con todo. -- ¿Un huracán? – guardo silenció – bueno, de todas formas, los huracanes se desploman con el primer choque que reciben de una pared, por ello no hay en la ciudad, sino en descampados. No te preocupes, es inevitable que lo controles, solo puedo afirmarte que la calle es más peligrosa en estos tiempos. Se resguarda mucho la vida- ¿Tú qué piensas? Conoces gente que está metida en el gobierno.Carraspea, y guarda silencio. Mira no sé, pero los marcan con cámaras aquellos que constantemente salen a las calles. Puedo enviarte a alguien antes que le metan una denuncia. Son terapeutas.- Bueno, sin con ello logramos resultados. –- Bien. me pondré en contacto con él. Tú mientras, mantente tranquila, ya sabes que no puedes hacer nada para cambiarlo. – me comenta con cierta serenidad. –- ¡Gracias! – respira hondo ella. –- De nada. ¡Te dejos besos! –- ¡Adiós! –El día transcurrió sin mayores complicaciones. Su hijo que se impacientaba despotricando contra el estado, la cuarentena, el virus, salía de a momentos de la casa. Ella sin mediar palabra, permanecía preparando la cena. Unos fideos con salsa. Acostumbraba almorzar, y cenar sola, pues su hijo, hasta para eso era irrespetuoso de no compartir nada con ella. Dejaría el plato en la mesa del living su madre por la noche, y se iría a descansar.La mañana siguiente, tocaron el timbre a eso de las 9: 00 horas. Su madre en bata fue hasta la puerta, se había incorporado de la cama hace poco. Era ya una mujer grande. Antes de abrir la puerta, dio un paso ligero en la alcoba de su hijo que no estaba. Hizo un ademan negativo en su rostro con la mirada hacia abajo, y su ojos resignándose por aquel retoño sin remedio. Al contestar el timbre, abrió la puerta. Un hombre de unos cincuenta años de traje gris se presentaba.- Buenos días – cumplimenta un hombre -- Buenos días - le responde ella con un cierto susto al ver el porte de aquel ser extraño -- No se asuste – saca de su bolsillo su billetera, y dentro de ella una credencial. – Vengo del instituto de educación. ¿venimos a ver a su hijo? – se han hecho pesquisas, y conforme nuestras investigaciones, hemos notado que sale mucho por las calles, y como verá tenemos informantes en toda la ciudad, y ante el resguardo de la salubridad, intentamos mantener la calma. No podemos permitir que las personas deambulen.- ¿Pero qué quieren con él exactamente? ¿Lo van a llevar preso?– pregunta dubitativa y con miedo. -- ¡No! Quédese tranquila. Vamos a llevarlo al instituto para mejorar su situación. –- ¿Cómo una granja para recuperación de drogas?- No precisamente. Nuestra organización es privada. Se encarga de ciertas cuestiones que tienen que ver con la psiquis de la persona a tratar. Tampoco somos un hospicio como lo fuera el open door, Borda, o Moyano.- ¡Ahh! Está bien. – le dijo mi vecina Rosario- ¿Rosario? – pregunta asimismo – no manejamos nombres sepa disculpar. –De repente ingresa desde atrás golpeando con el hombro Idelfonso al hombre de gris. Este que es más alto lo mira con recelo. Córrete gil, y pasa por sobre su madre caminando como péndulo. Ella lo mira suspirando. Viene borracho. Toda la noche fuera. El señor mira, y se pone la mano en el mentón. Toma su móvil, y envía un mensaje de texto.- ¡Pronto! Nos lo llevaremos. – le comenta a la madreIdelfonso se dirige tambaleándose sin escuchar producto de su borrachera, lo que comentaban aquel hombre de gris, y su madre. En pasos cortados a su recamara, se lanza en la cama como si se desplomara un edificio luego de una explosión. Durmió como si no existiera el mañana. Los ronquidos, y el aliento a cerveza, eran insostenibles, al punto de que era preferible que dejase de respirar.Al despertar observó el techo color blanco. Una bolsa de suero, y un cable bombeando líquido que llegaba hasta su brazo izquierdo. Tenía una marca de haber sido pinchado en la vena. No comprendía porque estaba allí, y el dolor de cabeza por la resaca era leve debido a ciertos medicamentos. Se incorporó lentamente. La habitación parecía una sala de hospital. Algunos instrumentos quirúrgicos. Una máquina que testea las pulsaciones. Tenía cables en su pecho, y en su cabeza una gomosidad de un pegamento como si hubieran realizado estudios de electroencefalograma.Se quitó aquellas cuerdas eléctricas de su cuerpo. Se notó extraño al hacerse una radiografía visual de sí mismo. Primero se sentó en la cama al incorporarse, y luego se puso de pie. Estaba decidido a salir de allí. ¿Quién me metió aquí? Comenzó a gritar. ¡Yo me largo de este antro de mierda! Caminó por los pasillos, y veía en cada habitación personas con tratamientos determinados. A una, dentro de una máquina de tomografía sin funcionar. Otro con un respirador, y un tuvo clavado en su pulmón derecho. Le pareció un tanto bizarro, pues los hospitales no suelen actuar de esa manera. ¿Un hombre maniatado a una silla, con un casco en su cabeza? Tampoco parecía una internación de gente con problemas mentales. Continuó hasta llegar a una puerta doble en aquel sitio. La última sala lo convenció de que debía irse lo antes posible, cuando por una de las ventanas de vidrio de la puerta, divisó como un hombre era abierto por completo, y le quitaban sus órganos, para meterlos en un refrigerador. Su rostro se desdibujo del terror, y apreció las náuseas de la bilis del estómago, que de forma instantánea lanzará todo lo que tenía dentro. Los llamados médicos se percataron de lo que ocurrió, y uno salió enseguida de aquella habitación. Usted debe estar en la sala, no puede estar aquí. El medico se dirige a él, y pone la palma de su mano en el hombro. Idelfonso se la quita con el brazo, y si coloca de pie para intentar correr abriendo las puertas del siguiente pasillo. El medico toma sumóvil, y avisa. Tenemos un caso que intenta escapar. Tenemos un caso. Aviso de cierre de compuertas. Al llegar al final, y dar la vuelta, Idelfonso, recibe un golpe del hombre de seguridad que lo tumba en el suelo.Unas horas después despierta. Sus muñecas atadas con un cinturón de cuero. Como así también su pecho lleno de cables. Al observar a su alrededor. Tres hombres listos para realizar el proceso.- Tranquilo. No te haremos daño, solo te corregiremos. -Pronto Idelfonso percibía como una navaja cortaba parte de su pecho, para quitar algunos elementos de carne. En su cabeza gomosa ya se habían hecho los estudios. Se retorcía del dolor atroz, aunque no podía gritar ya que tenía su boca sellada con un hule de bucal adherido con un cinto desde sus labios, y atado en la parte de atrás debajo de sus orejas. Con ello evitarían los gritos. La máquina de agujerear estaba lista como cuando se hacían en aquellos tiempos las lobotomías con un simple agujero en la cabeza, pero los tiempos han cambiado, y se utilizan otros métodos. Uno de los matasanos tapa sus ojos con unas vendas para que éste, no viera el espectáculo de carnicería.- ¿Crees que debamos utilizar anestesia? – pregunta antes de continuar la operación, apenas pudiendo respirar con el barbijo para evitar cualquier contagio. -- ¡No!. Debemos estimular el dolor interno, para que el sistema nervioso se compagine con los arreglos funcionales del chip neuro- sensorial.- ¡Perfecto! – ¿pero resistirá? – pregunta inquieto -- ¡Si! es cuestión de controlar el corazón, y el ritmo cardíaco para que no repare un shock, y el paro cardíaco sea inminente. Démosle un sedante mejor y listo. -El medico toma el brazo izquierdo, e inyecta en Idelfonso un líquido para calmarlo.¿Te gustan las drogas? Aquí te va un poco de buena morfina. Buena. ¡Muy buena!- Cuidado que se te vaya la mano – le comenta el otro médico que introducía un tubo pequeño de metal desde el interior de sus pulmones.Luego el ruido de una agujereadora penetraba su cráneo del lado derecho. El sonido era abrumador, como las gotas de sangre que se esparcían por todo el suelo.- ¿Quédese tranquila? - le comenta el hombre de gris a la madre de Idelfonso – su hijo estará como nuevo –- ¿Usted piensa que se recuperará? –- No solo ello, sino que será un miembro productivo de la sociedad. – La señora se mantiene tranquila.Tocan el timbre de la casa. Ella pregunta ¿quién es? al abrir la puerta, del otro lado Idelfonso estaba allí. Vestido con una saco, una camisa blanca, unos pantalones de color negro, y zapatos. Ni bien vio a su madre el primer contacto certero fue el de un estimulador abrazo, y ella por primera vez sentía el cariño que nunca tuvo de un hijo. No era el mismo de siempre, aunque era en fin él. Era y no era, ya que sentía en su cuerpo un cierto frío de la carne como si faltara algo.Rosario su vecina le comentó que no pudo comunicarse con las personas del gobierno para llevar a Idelfonso. Ella la contempló con extraña apariencia. Le comentó que vino alguien a llevarse a su hijo. Ambas se miraron sin saber que decir.Idelfonso lleva una vida estructurada. Aparecen dolores de cabeza en oportunidades, no obstante se le ha proporcionado una serie de pastillas para calmar los mismos. Fue rápidamente incorporado al sistema con el establecimiento de un trabajo determinado. Y solo se conoce que sale de su casa para ir a su empleo, y llegar nuevamente, luego de la jornada. Ya en ella nuevamente, ordena las labores que se le determinen del hogar. No muestra signos de rebeldía. No tiene forma de pensar, ni siente gusto, ni disgusto. Su madre con cierta curiosidad, pudo divisar que en la palma de la mano tenía un código de barras tatuado. También que no respiraba acorde como lo hacen las personas, ni tampoco la sensibilidad. Algo que experimentó el día que le dio aquel abrazo repentino, que dentro de sí, en los latidos de su corazón palpitaran, como si estuviera apagado en vida. Muerto en vida mejor dicho. Algo faltaba en su cuerpo. Comía poco, y ante comentarios de ella, asentía sin discusiones, y siempre repetía el mismo patrón de palabras. Algo se quedó guardado en el hospital, pero no importa al fin era un miembro productivo de la sociedad, como el hombre de gris le había comentado. Ser un miembro productivo de la sociedad, aunque algo nos falte. -La cuarentena ya había terminado, sin embargo él, solo salía para ir a producir, como se le había determinado en la información que yace en su disco rígido.

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