—¡Ex... ¡excusa! —Gerard intentó sonreír y había pequeñas gotas de sudor en su frente deslizándose hacia sus sienes.
—¿No me recuerdas, cariño? No ha pasado ni un mes desde que lo pasamos tan bien en tu casa —Marissa no quería ser crítica, pero por cómo actuaba Gerard, estaba claro que quería ocultarlo.
Él conocía a esta chica.
—Yo... yo creo... —rió torpemente— que me estás confundiendo con alguien.
—No, no lo hago —ella acercó su rostro al de él y sonrió como si disfrutara de su incomodidad—. Tú me dijiste que tu nombre es Simon, pero vi tu identificación. Era Gerard —luego se giró para mirar a Marissa y guiñó un ojo—. ¿Verdad, nena?
Ella pidió confirmación y Marissa solo pudo asentir y luego empezó a sorber su sopa. El pobre Gerard debía estar buscando maneras de deshacerse de la chica y Marissa estaba segura de que no se iría a menos que Gerard la compensara generosamente.
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