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Regreso

Shen avanzaba hacia la gran entrada del palacio, su mirada penetrante, su andar lento y calculado denotaban su astucia. Exudaba una confianza fría y determinada. Cada gesto estaba lleno de elegancia y precisión, mostrando su destreza y dominio sobre sí mismo.

Mientras se acercaba, su porte imponente y su presencia magnética atraían la atención de todos los presentes. Los guardias que se interponían en su camino eran derrotados con facilidad, mientras Shen los ignoraba, como si fueran meras distracciones en el camino hacia su objetivo.

Al irrumpir, su astucia y destreza no pasaron desapercibidos por la vieja cabra adivina y en el "Consejo de Maestros". La expresión en su rostro era un reflejo de su inteligencia aguda y su capacidad para anticipar los movimientos de sus oponentes.

— Muy buenas tardes, caballeros. Ahora que hemos dejado los modales a un lado, pueden irse de mi casa —susurró Shen, su voz llena de malicia. Su tono cautivador y su presencia dominante llenaban la habitación, dejando claro que no estaba dispuesto a tolerar ninguna oposición.

El asombro se apoderó de todos mientras intentaban procesar lo que sucedía.

— ¿Su casa? — se preguntaron, perplejos ante la confianza con la que hablaba.

— Sí, ¿no vieron al pavo real en la puerta de enfrente?... Oh, ahí estás, adivina. Parece que tu clarividencia no es tan buena como creías — dijo Shen, dirigiendo una mirada intensa a la adivina. El brillo en sus ojos revelaba su determinación y su capacidad para leer a las personas. La adivina se enfrentó a él con una mezcla de ira y admiración — Ya lo veremos —respondió.

— No, tú lo verás, cabra vieja... Oh, ¿en qué estábamos? — continuó Shen con una sonrisa retorcida, dirigiendo su mirada hacia el Consejo de Maestros.

— ¿Qué quiere aquí, Shen? —habló Rhino.

— Lo que es mío por derecho, la ciudad de Gongmen... —respondió Shen con confianza.

— Gongmen está bajo la tutela del Consejo de Maestros y nosotros la protegeremos de usted — afirmó Buey.

— Me alegra mucho que tengan esa opinión, de lo contrario habría traído... esto aquí para nada —dijo Shen mientras soltaba una carcajada y señalaba la misteriosa caja.

— ¿Qué hay en esa caja? —preguntó Buey.

— ¿Quieren verlo? Es un obsequio, un obsequio de partida, lo que significa que los partirá en pedazos. Partes aquí, partes allá, y partes de ustedes muy en lo profundo, manchando las paredes —respondió Shen con malicia.

— Insolente ave —replicó Buey antes de lanzarse al ataque junto a Croc.

La lucha se desató, y en medio del combate, Shen no pudo evitar hacer un comentario desdeñoso: — Presumido —, luego del ataque de Rhino, quien respondió desafiante: — Fue una advertencia, usted no es rival para nuestro Kung Fu.

— Estoy de acuerdo, pero eso sí... —susurró Shen mientras señalaba el "obsequio". Una siniestra sonrisa se formaba en su rostro. De un salto, se posicionó sobre la caja revelando el gran cañón y lo accionó, apuntando directamente hacia el Consejo de Maestros.

El humo se disipó revelando una escena impactante. A pesar de los estragos causados, los miembros del consejo aún luchaban por mantenerse con vida, agonizando en el suelo. Shen, con una mirada gélida y una sonrisa burlona en los labios, se acercó lentamente a ellos.

— ¿Es así como pretendían proteger la ciudad? —, susurró Shen con desdén, observando su desesperada lucha por la vida— Qué decepción... pensé que serían un verdadero desafío.

Mientras los miembros del Consejo de Maestros luchaban por recuperarse, Shen recordó vívidamente su infancia, las burlas y el abuso por parte de ellos, lo menospreciaban y lo trataban con crueldad. En ese momento, Shen comprendió que había llegado su turno de ser el verdugo.

Shen se acercó al primero de los hombres heridos, Rhino. Observó fijamente a su antiguo abusador y, con un rápido movimiento, cortó de manera precisa la garganta su garganta, poniendo fin a su sufrimiento. El siguiente en la lista fue Croc, a quien Shen apuñaló sin piedad en el corazón. Finalmente, se dirigió hacia Buey y, con un corte preciso en la yugular, lo dejó sin vida en el suelo.

Con cada vida que extinguía, Shen sentía una extraña satisfacción. La sed de poder y el deseo de someter a aquellos que alguna vez lo menospreciaron se manifestaban en cada uno de sus movimientos letales.

La ciudad de Gongmen temblaba ante el reinado oscuro que Shen estaba construyendo, mientras su sed insaciable de poder y su despiadada determinación amenazaban con sumirla en la oscuridad más profunda.

El aire denso de la sala del trono se llenó de crueldad y ambición despiadada. Lord Shen, con su mirada fría y astuta, recordó su infancia junto al imponente trono de su padre, un lugar donde solía jugar y soñar con el día en que ese poder sería suyo. Pero ahora, esos recuerdos inocentes habían sido desterrados por una sed insaciable de poder.

Con un gesto despectivo, se deshizo del trono, reemplazandolo con un monstruoso cañón que irradiaba malicia y destrucción. Sin dejar espacio para la duda, ordenó a sus sirvientes ajustar el cañón, exigente y perfeccionista como siempre. A pesar de las protestas sobre el peso, no permitió concesiones, pues su visión debía ser ejecutada tal y como la concibió, incluso si era solo un poco a la izquierda.

La certeza de que con ese arma en sus manos, toda China se postraría ante él, le provocó una risa malvada. En su búsqueda de dominio y control absoluto, había planeado el avance estratégico para aprovechar la luna llena y la marea alta. Era el momento preciso para reclamar su lugar en el trono y hacer que el mundo entero temblara ante su poderío.

Con una risa burlona, Lord Shen se volvió hacia la anciana adivina que había presenciado su despiadado acto. Con sarcasmo, la desafió a revelarle su fortuna. La adivina mencionó un pavo real derrotado por un guerrero de blanco y negro, insinuando que nada había cambiado.

Pero Shen, en su orgullo desmedido, se negó a aceptar tal posibilidad. Para él, era inconcebible que alguien pudiera desafiar su supremacía y cambiar el curso de los acontecimientos. 

En ese momento, Zhang, su leal mensajero, irrumpió con noticias sobre el avistamiento de un guerrero de la aldea panda. Esto despertó el interés y la amenaza en Lord Shen. Ordenó a Zhang encontrar al panda y traerlo vivo. Era su oportunidad de demostrar su poder y desacreditar las palabras de la adivina. Nada lo detendría en su implacable búsqueda por el control absoluto y la aniquilación de cualquier amenaza a su reinado.

En el sombrío ambiente de la sala del trono, Shen practicaba su presentación con el supuesto asesino destinado a derrotarlo, dejando entrever su astucia y malicia. Aunque la adivina lo acusaba de tener miedo, él negaba rotundamente esa afirmación. Estaba seguro de su poder y de que nadie podría vencerlo.

Sin embargo, sus expectativas se vieron desafiadas cuando el hombre de la aldea panda llegó y se presentó a sí mismo de manera informal y relajada. Shen intentó enfrentarse a él con desdén y arrogancia. Una sonora carcajada escapó de sus labios mientras se burlaba de la idea de que aquel panda insignificante pudiera derrotarlo.

La adivina, intrigada por la situación, cuestionó si el panda no venía a vengar algo más, dejando así en evidencia que el guerrero dragón no recordaba lo fundamental. Ante la respuesta improvisada e irrelevante de Po, Shen interrumpió de buen humor:

— La única razón por la que sigues con vida es porque tu estupidez me parece un poco divertida. 

La tensión en la sala se intensificó cuando Shen ordenó apuntar y disparar hacia ellos, dando inicio a una feroz pelea entre los "Cinco Fantásticos", el guerrero dragón y su ejército, logrando los primeros derribar el poderoso cañón.

En medio del enfrentamiento y al estar frente a Shen, el Guerrero Dragón, fue invadido por recuerdos de su infancia, lo que lo distrajo y permitió que Shen escapara. La batalla continuó, pero los secuaces de Shen fallaron en sus intentos de atrapar a los héroes, lo que provocó su furia. Decidió apresurar su plan, ordenando a Zhang llamar a todos y prepararlos para avanzar, determinado a llevar a cabo su opresiva visión sin demoras.

Después de la caótica escena, la adivina se acercó a Shen, con mirada penetrante y voz firme, cuestionando su equivocación y señalando con tristeza que había destruido su propio hogar ancestral. Shen, en su desmedida sed de poder, desestimó las consecuencias como un insignificante sacrificio en busca de su recompensa final.

— ¿Y así estarás satisfecho por fin? ¿La opresión de todo el mundo te hará sentir mejor? — preguntó la adivina, intentando abrir los ojos de Shen a la realidad.

Una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Shen mientras soltaba una risa sardónica.

— Mmm, algo es algo — respondió con desdén —. También convertiré en mazmorras los sótanos.

— Es hora de detener esto, Shen. La copa que decidiste llenar no tiene fondo, es hora de que detengas este disparate.

Shen, con superioridad y sarcasmo, preguntó: — ¿Y por qué querría hacer eso?

La adivina lo miró con compasión en sus ojos y respondió:

— Para que tus padres descansen en paz.

El rostro de Shen se crispó, una expresión de dolor y rabia se dibujó en sus rasgos. Su mirada, en un instante, se llenó de tormento y resentimiento.

— Mis padres... me odiaban, ¿no lo entiendes? —susurró con voz cargada de amargura—. Me trataron mal, y yo voy a corregir eso.

La adivina, con voz serena, desafió su afirmación:

— Te amaban, te amaban tanto que el hecho de haberte expulsado los mató.

— Los muertos existen en el pasado, y yo debo atender al futuro — respondió Shen, su voz ahora llena de resignación y desesperanza.

En un gesto repentino, Shen ordenó que liberaran a la adivina, ya no le servía, sus pasos se alejaban lentamente mientras opia unas últimas palabras:

—- Adiós Shen, te deseo felicidad

— La felicidad debe ganarse y yo voy a ganar la mía 

El dolor y la sed de venganza de Shen, que habían sido su combustible durante tanto tiempo, quedaron suspendidos en el aire. 

Mientras tanto, los guerreros lobo ejecutaban su plan, sumiendo la ciudad en una oscuridad opresiva al cubrirla con armas y sembrar el miedo. Por su parte, Po se infiltró en el edificio, confrontando nuevamente a Shen y buscando respuestas sobre lo que sucedió en el pasado. Shen, astuto como siempre, desvió la pregunta y la pelea estalló. En medio del enfrentamiento, Shen desafió a Po, preguntándole si estaba dispuesto a morir por la verdad. Sin vacilar, el valiente panda respondió afirmativamente.

La batalla se intensificó cuando los Cinco Furiosos se unieron a la lucha, uniendo sus fuerzas contra Shen y sus secuaces. En el clímax del enfrentamiento, Po acorraló a Shen, exigiendo respuestas.

— ¿Crees que el saber te salvará, llenará algún vacío en tu alma? Pues ten tu respuesta. Tus padres no te amaban. Pero ven, déjame sanarte —Entonces descubrió el cañón que tenía detrás y lo accionó apuntando a Po. 

Sheen continuó su camino junto a su ejército burlándose de los 5 furiosos ahora convertidos en presos, y destruyendo todo a su paso.

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