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Amanecer pudo oler que algo no estaba bien y por la forma en que Piros arrugó la nariz, sabía que su instinto era correcto. Algo había pasado.
—Tenemos que irnos ahora, Amanecer —dijo Piros. Tomó su mano, pero Amanecer apartó su mano y salió de la tienda.
Le parecía ridículo que la mantuvieran a oscuras cuando ella podía ayudarlos. Sería más fácil y rápido manejar la situación, en vez de mimarla.
—¿Qué pasa, Collin? ¿Ocurrió algo? —preguntó Amanecer a uno de los guerreros que conocía.
—Oh, ¿luna? ¿Estás aquí? —Collin inmediatamente le contó lo ocurrido y al parecer, los habían atacado serpientes venenosas.
—¿Serpientes? —frunció el ceño Amanecer.
—Sí —respondió Collin.
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