Después de la tercera vez que tropiezo mientras camino, el cambiante desnudo me mira con el labio rizado.
—¿Por qué son los humanos tan débiles? —pregunta, su tono irritando mis ya desgastados nervios.
Me crispo ante sus palabras. ¿Quién se cree que es? —Eso no es asunto tuyo —respondo, sorprendiéndome de la ponzoña en mi voz. Jericho dijo que para ser un humano, lo hago bastante bien, muchas gracias. Solo estoy debilitada.
Volveré a ponerme en forma y entonces quitaré esa mirada engreída de su cara en el tatami.
Aunque, todavía tengo que ganar una pelea legítima sin ninguna ventaja durante nuestros entrenamientos… Pero una chica puede soñar, maldita sea.
Las cejas del cambiante suben, claramente sorprendido por mi descaro. Me observa más detenidamente, frunciendo el ceño. —¿Te conozco?
Antes de que pueda responder, se inclina, sus fosas nasales se dilatan mientras me olfatea. Me echo hacia atrás, pero ya se está retirando, una expresión perpleja en su rostro.
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