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Su destrucción

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Beatriz no se detuvo mucho en eso cuando se dio cuenta de que mucha gente los estaba mirando. Nunca había estado acostumbrada a tanta atención antes, por un momento pensó que había tenido su período o algo así, pero cuando dirigió la mirada hacia Rhys se dio cuenta de que era él a quien la gente estaba mirando.

Las miradas eran de todo tipo, algunas de admiración, algunas chicas literalmente baboseaban y las madres escondían a sus hijos detrás de su espalda.

Entraron en un jardín y se encontraron con un hermoso lago lleno de aves acuáticas como patos y cisnes blancos. Beatriz miró al grupo de cisnes blancos en la superficie del agua, eran tan encantadores.

Ella miró a Rhys y se dio cuenta de que él estaba mirando a los patos perdido en sus pensamientos.

Beatriz apuntó la lente de la cámara hacia él y le tomó una foto.

Rhys se volvió hacia ella cuando oyó el chasquido de la cámara.

Él arqueó las cejas hacia ella —¿Acabas de tomarme una foto?

Beatriz retiró la cámara de su cara y sacó la película que salió. Miró su foto con una mirada soñadora en sus ojos.

Beatriz le sonrió con picardía —Mmm.

Rhys le devolvió la sonrisa con una mueca.

—¿Rhys? —Beatriz lo llamó suavemente.

—¿Sí, amor? —Él respondió con una sonrisa.

—¿Cómo haces reír a una mesa de billar?

Rhys frunció el ceño en confusión como si intentara averiguar por qué le hacía esa pregunta de la nada.

—¿Cómo?

Beatriz se ruborizó antes de responder —Haciéndole cosquillas a sus bolas.

Rhys la miró en silencio durante un segundo antes de estallar en carcajadas.

Beatriz aprovechó la oportunidad para tomarle una foto tratando de capturar el momento en que se veía tan feliz.

—¿Acabas de contar un chiste picante? —dijo Rhys poniendo aún más en evidencia su sonrojada expresión.

Beatriz se sonrojó y se encogió de hombros —Ares siempre me cuenta uno. Él es el único que hace comentarios picantes en la casa.

Rhys se tensó —¿Quién es Ares? —preguntó con un ceño fruncido. Sus ojos ardían con feroz posesividad.

—¿Estás celoso? —Beatriz esquivó su pregunta, una sensación divertida la invadió.

—Tal vez —dijo él con tono neutro.

—Mi hermano —Beatriz le sonrió.

—Oh —Rhys asintió y se frotó la nuca.

—Ahora me toca a mí —dijo, mirando desde la cámara y luego a su cara.

Beatriz alzó las cejas hacia él. ¿Quería tomarle fotos a ella? Pero se veía tan fea en sus fotos que se rehuía de tomarlas.

Contemplándolo por un momento, se mordió el labio y se la entregó.

Rhys retrocedió, levantando la cámara hasta su cara. Le sonrió y la señaló.

Beatriz negó con la cabeza y miró hacia otro lado —Créeme, no querrás tomarme una foto. Me veo tan fea —su confianza se disminuía cada vez que se tomaba una foto de sí misma.

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Rhys caminó hacia ella y le agarró la mandíbula obligándola a mirarlo.

El aliento de Beatriz se entrecortó. Sus ojos recorrieron su rostro con las cejas fuertemente fruncidas.

—¿Por qué piensas que eres fea?

—¿Porque lo soy? —Beatriz dijo en voz baja, inquieta, moviéndose de un lado a otro mientras sus ojos escudriñaban alrededor.

Rhys negó con la cabeza, mirándola como si estuviera loca.

—Bueno, quiero que veas lo que yo veo cuando te miro... —dijo y dio un paso atrás otra vez.

—Piensa en un momento feliz.

Beatriz hizo un mohín mientras trataba de encontrar un momento feliz. Pero no se le ocurría nada. Se veía muy angustiada.

Escuchó que él tomó una foto antes de que hablara otra vez.

—Eres tan jodidamente bonita —murmuró mientras enfocaba sus ojos a través del lente.

—Sonríe para mí, amor. Déjame ver esa hermosa sonrisa tuya —susurró.

Un lindo sonrojo se abrió paso en su cara mientras sus labios se curvaban en una suave sonrisa.

—¿Sabes a qué me recordaste cuando te conocí? —preguntó Rhys.

—¿A un ratón? —respondió Beatriz, su risa suave ondulaba en el aire.

—Mi ratoncito. Tan preciosa —dijo y bajó la cámara de su cara.

Ahora la estaba mirando con una intensidad tal que ella no podía pensar con claridad. Su mirada se oscureció mientras sus ojos bajaban a su boca, deteniéndose allí.

Beatriz se sintió aturdida por cómo la miraba. Nunca había tenido una reacción tan fuerte ante nadie antes.

Era como si pudiera sentir que la desnudaba con sus ojos. Tocándola con la punta de sus dedos.

Rhys carraspeó y le entregó las películas de las fotos.

Beatriz las tomó y miró la primera foto. Se veía tan perdida y tímida.

—Así es como tú te ves, porque has estado encerrada en una jaula durante tanto tiempo. No puedes desplegar tus alas y volar —dijo Rhys.

Beatriz miró las siguientes y se dio cuenta de que eran las fotos donde se reía y se sonrojaba.

Se veía tan hermosa y despreocupada. Nunca se había visto así de feliz después del incidente.

—Eso —Rhys dijo, golpeando su dedo contra la foto—. Eso es lo que yo veo cuando te miro. Una mujer hermosa llena de vida e inocencia que quiero proteger de este mundo cruel.

Beatriz parpadeó, estaba demasiado asombrada para hablar. ¿Cómo podía él siempre hacerla sentir todas estas emociones extrañas a la vez?

Él era como el lugar seguro donde ella sabía que podía dejar brillar su oscuridad sin que él la juzgara porque sabía que él siempre vería la luz en ella también.

Y por eso sabía que estaba completamente condenada.

Rhys era la tentación a la que no quería resistirse. Dejaría que consumiera su alma, su mente y su cuerpo; incluso le daría su corazón voluntariamente.

Beatriz lo sabía desde la primera vez que posó sus ojos en él y ahora que este hombre iba a ser su destrucción.

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