Felissa volvió a su habitación con el rostro largo. Saltó a su cama y se quedó mirando al techo.
—Otro ataque... No pueden simplemente rendirse —murmuró Felissa con un largo suspiro de derrota—. Quería hablar con Vicenzo sobre su razón para unirse al lado del enemigo, pero todavía no estaba lista para enfrentarlo.
Felissa se sentó y miró a Nieve moviendo la cola.
—Aww, Nieve, ven aquí —dijo Felissa alegremente y le hizo un gesto a Nieve para que se acercara, lo cual el perro obedeció.
—Eres tan dulce. ¿Tienes hambre? Te conseguiré algo de comida —agregó Felissa antes de levantarse y planear ir a la cocina, pero cuando abrió la puerta, una sirvienta desconocida estaba parada afuera.
—Hola, ¿eres la Señorita Felissa? —dijo la sirvienta en voz baja—. Su cara no se mostraba ya que tenía un paño cubriendo su cabeza.
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