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La amenaza inesperada

—Debes entender su posición, Señorita Felissa. Tu pareja te reconoce pero no divulga que eres su pareja. ¿Por qué? Porque quiere protegerte —respondió Vicenzo. Suspiró profundamente y bajó la mirada unos segundos.

—¿Protegerme? ¡Eso suena más bien egoísta! —discutió Felissa. Quería escuchar una respuesta similar de Silvio, pero la negatividad de Vicenzo le hirió los sentimientos.

Vicenzo se mordió los labios. Quería decir más, pero decidió dejarlo estar.

—No hagas eso, Señor Vicenzo. Debes decir lo que piensas. Esa es una orden —declaró Rosina suavemente con una gran sonrisa. Se inclinó hacia adelante y apoyó su mano en la barbilla.

—Quiero escuchar más, Señor Vicenzo —dijo Felissa con firmeza antes de recostarse en su silla.

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