Los ojos de Cedric brillan como el ébano pero no toma el control, como había prometido, para que ella dirija el show. Mira hacia Yuki con toda la dulzura y ternura del mundo. —No soy digno del honor, pero si eso es lo que mi Señora desea, estaré honrado. No tocaré a otra y sin ti, de todos modos, perecería. Tú eres mi razón de vivir.
Yuki oculta su sonrojo y envuelve sus brazos alrededor de su cuello. —Podía decir que me deseabas desde que me puse este vestido. ¿Te enloquece, Mayordomo Cedric? —Ella agarró la bufanda y soltó sus manos—. Aún no te muevas.
Cedric permaneció en posición y esperó. —Es muy excitante y no hay manera de que no quisiera hacerte algo mientras llevas algo que muestra tu increíble figura.
—¡No quiero ver ni oír más de esto! Por favor, ¡me equivoqué en todo! —Patricia gritaba desde la cama.
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