Ninguno de los consejeros esperaba tal respuesta de la Reina del Hielo. Estaban atónitos, por decir lo menos.
—¡Tan dominante! —El Presidente del Gobierno Mundial estaba asombrado.
Esperaba que la Reina del Hielo fuera excéntrica, pero nunca hasta tal punto que no mostrara ningún respeto por el consejo que gobernaba el mundo.
—Pero, de nuevo, si ella no fuera así, ¡no habría hecho lo que hizo en el Laberinto del Infinito! —El presidente se justificaba.
Los consejeros podrían parecer unidos, pero tenían aspiraciones personales y, en secreto, trabajaban hacia esas metas.
Ahora, con un solo golpe, la Reina del Hielo frustró todas esas aspiraciones y arruinó años de esfuerzos.
Frente a eso, esta falta de respeto ni siquiera valía la pena mencionarla.
Los consejeros miraron a la Reina del Hielo. Ninguno de ellos la reprendió o siquiera dijo algo.
—Me voy —La Reina del Hielo dijo, y su proyección desapareció con un sonido sibilante.
La atmósfera en la sala se volvió inquietante.
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