Esa noche, Huanhuan finalmente vio al Pequeño Diablillo.
En la olla, el fruto gemelo ya había absorbido toda la sangre. La piel originalmente clara del fruto estaba ahora impregnada de un leve brillo rojo, como la delicada piel de un bebé.
Se esforzó por salir de la olla y estiró sus extremidades. —¡Por fin estoy despierto!
Huanhuan lo levantó y lo miró con los ojos muy abiertos. —¿De verdad eres Pequeño Diablillo?
—¿Cómo me llamaste? ¡Deberías llamarme 'Papi'! —Pequeño Diablillo dijo enojado.
Huanhuan le pinchó la barriga redonda y blanca y sonrió maliciosamente. —No pareces un padre ahora. Eres más como mi hijo.
Pequeño Diablillo dijo enojado:
—¿Cómo te atreves a pinchar mi estómago? ¡Qué falta de respeto!
Huanhuan se inclinó y le dio un beso en la mejilla. —¡Eres realmente lindo así!
Pequeño Diablillo inmediatamente se sonrojó, y su tono se volvió aún más exasperado. —¡Incluso te burlas de tu padre. Estás loca!
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