—Yo... sé eso... —ella se atragantó mientras lo miraba—. Supe en el segundo en que capté tu atención —habló con una voz bromeando.
—Parece que aún puedes burlarte de mí —Nicolai le dio una palmada en la mejilla del trasero haciendo que la pálida curva se tornara roja encendida.
Ariana por otro lado sintió sus mejillas arder de vergüenza pero hubo un repentino arrebato de emoción que intentó suprimir. Con sus ojos ardientes con pequeñas llamas gemelas —ella fulminó con la mirada a Nicolai, quien le sonreía con suficiencia.
—Así es, princesa —le dijo Nicolai al comenzar a embestirla dentro de ella con la intensidad de un hombre que había perdido la razón—. Mantén tus ojos en mí, mírame reclamarte.
El sonido de sus cuerpos chocando juntos resonó en el silencioso dormitorio y se estrelló contra el último hilo de su cordura.
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