A la mañana siguiente me despierto un poco más tarde para no tener que ver a Rick alejarse. De todos modos, ha funcionado, ya que anoche lloré hasta quedarme dormida y me dirijo a la sala de desayunos para tomar un café con una buena dosis de valor líquido, pero me detengo en seco cuando oigo la voz ronca de Rick.
—Es muy amable de tu parte, Lydia —dice.
—Quiero asegurarme de que todos mis invitados estén bien atendidos —ronronea. Casi vomito en la boca al girar la esquina y verla acariciando el brazo de Rick de forma coqueta.
«¿Esta mujer no tiene vergüenza? Tiene que tener al menos diez años más que él. Además, ¿por qué sigue aquí? Habría sido mucho más fácil para los dos si se hubiera ido ya».
Tomo aire, me pongo una sonrisa en la cara y entro en la sala.
—Buenos días a todos —digo con voz alegre.
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