—¿Qué demonios quieres? —dijo enojado Nathan Humphrey.
—Es simple, ¡necesitas pagar más! —sonrió débilmente y dijo ligeramente Spencer Burley.
—Dos millones, ni un centavo más —afirmó Nathan Humphrey con una cara seria.
—Ja, ¿esa es el valor de tu cara, Joven Maestro Nathan? ¿Solo dos millones?
Spencer Burley se burló:
—Si crees que está bien, entonces no tengo problema, ocúpate tú mismo.
—¿Cuánto quieres? —la cara de Nathan Humphrey lucía extremadamente desagradable mientras apretaba los dientes y decía.
—Tres millones, más las pocas piedras que recogimos.
—Está bien, te lo transferiré, ¡así puedes comprar tu ataúd! —Nathan Humphrey maldijo entre dientes y luego transfirió los tres millones.
—El dinero está transferido, ¡ahora largo de aquí! —dijo con enojo.
Spencer Burley revisó el saldo de la cuenta bancaria, y una sonrisa de felicidad se extendió por su rostro:
—Jaja, gracias por tu generosa donación, Joven Maestro Nathan.
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