William Cole avanzó y le quitó la máscara.
—Mátame o despellejame, como desees —habló débilmente el Enviado Serpiente Blanca.
—Ahórrame las tonterías. Nunca traicionaría a la Abuela Serpiente —dijo él.
William Cole asintió:
—Oh, así que la Abuela Serpiente también está en la Isla de Hong Kong. Gracias por hacérmelo saber.
—¡No, la Abuela Serpiente no está en la Isla de Hong Kong! —entró en cólera el Enviado Serpiente Blanca.
William Cole se rió entre dientes:
—Al principio no estaba seguro, pero tu respuesta confirma que la Abuela Serpiente realmente está en la Isla de Hong Kong.
—Tú... —El Enviado Serpiente Blanca se volvió pálida de ira.
Descuidadamente, William Cole caminó hasta la cabecera, sirvió un vaso de agua y dio un sorbo.
—¿Dónde está la Abuela Serpiente? —preguntó sin prisa.
—No sé —negó con la cabeza el Enviado Serpiente Blanca.
William Cole asintió levemente:
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