—Piérdete. No te diré nada —Li An'an les dio una patada.
Liu Luhua y Li Xinyi salieron de su habitación con expresiones feas en sus rostros.
Li An'an cerró la puerta de un portazo, sintiéndose extremadamente disgustada. Habían hecho tantas cosas malvadas y se negaban a admitirlo.
Liu Luhua y Li Xinyi volvieron a su habitación furiosamente.
—Mamá, tú misma lo has visto. Es terca. El colgante de jade debe estar con ella. Debió haber descubierto algo. Y el niño debe ser suyo. Maldición. Es una flor marchita, ¡y aun así intenta seducir a Lu Ming! —Li Xinyi estaba indignada.
Liu Luhua caminaba de un lado a otro junto a la ventana, haciendo todo lo posible para pensar en una solución. De repente, sonrió. Recordó que la familia Cao aún no tenía un descendiente. Solamente tenían dos hijas. Se preguntaba qué pasaría si les contaba esto a la familia Cao. Sin embargo, lo más importante ahora era el colgante de jade.
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