Una luz verde venenosa centelleaba dentro de la oscuridad del miasma negro que envolvía la punta de la lanza Víbora.
Ésta era tenue, pero se podía decir claramente que su función era letal, tal como el veneno de una serpiente.
Así, al atacar con la lanza Víbora, Nial pudo saber al instante que su ataque dejaría a su oponente al borde de la muerte.
Incluso si sentía que sus brazos se entumecían, que su fuerza disminuía constantemente, y que sus brazos se caerían de sus hombros o sería desgarrado en pedazos en cualquier momento, no podía permitir que el agotamiento o el nerviosismo lo detuvieran.
Más bien, esto hizo que Nial comprendiera que la situación ante ellos no era tan fácil o simple como había parecido cuando se encontró por primera vez con el Joven Titán.
La bestia frente a él no era solo una criatura ordinaria, y mucho más fuerte de lo que nadie más pensaba.
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