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Diablo, el Primogénito de Lux, observaba la batalla con una expresión tranquila en su rostro.
Todo lo que quería en la vida era proteger a su Maestro, Lux, de cualquier daño y asegurarse de que este pudiera hacer todo lo que quisiera.
Sin embargo, mientras seguía al adolescente de cabello rojo en su viaje, el Caballero de la Muerte comprendió que su fuerza actual no era suficiente para proteger a Lux completamente.
Su habilidad para destacar en campos de batalla de gran escala no se debía a su propia fuerza, sino a la armadura que llevaba. A Diablo no le importó esto al principio, pero tras la batalla en la Puerta de la Conquista, así como su situación actual, entendió que lo que podía ofrecer ya no era suficiente.
No era el único que sentía de esta manera.
Ishtar, Pazuzu y Orión sentían lo mismo que él.
Eran los primeros protectores de Lux, y estaban muy contentos de servir y proteger a su Maestro, que era demasiado amable para ser un Nigromante.
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