Kieran notó un aura familiar en el líder que se acercaba —una de sangre.
Como un demonio, una sensación sangrienta impregnaba el ser del hombre, pero Kieran podía decir con certeza irrefutable que este hombre no era un demonio —no un pariente de él.
Antes de darse cuenta, Kieran había comenzado a fruncir el ceño como si estuviera experimentando un desafío blasfemo.
¿Por qué emanaba este hombre una sensación casi congruente con la de un demonio?
La respuesta era bastante simple.
El hombre que se acercaba había causado, se había bañado y experimentado una cantidad impensable de derramamiento de sangre. Suficiente para ganar este terrible manto que lo seguía como una maldición, aunque el hombre parecía acoger esa condena con los brazos abiertos, similar a cómo un demonio disfrutaba de la degradación de la Llama.
¿Cuántas vidas había tomado este hombre?
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