Gabriel no pudo evitar suspirar. El antiguo campo de batalla era un verdadero tesoro. No solo contenía la Gota de Sangre de un verdadero dios, sino que también escondía otro secreto, razón por la cual realmente había venido aquí.
Lamentablemente, debido a las limitaciones y restricciones del Reino de los Infiernos en su recuperación, le parecía casi imposible alcanzar su destino.
—Parece que solo puedo detenerme aquí... Y cobrar las recompensas —se levantó, sacudiéndose la ropa—. Ya podía ver las sombras de algunos barcos de batalla antiguos a lo lejos.
Tal y como había esperado, ya estaban aquí, casi alcanzándolo.
El rostro de Gabriel no mostraba ni una sola onda de emociones, como si ya esperara eso.
Miró al No Muerto de ojos plateados a su lado, a quien ya había puesto nombre.
—Dren, ¿querías saber por qué dejaba mis gotas de sangre atrás? —preguntó, revelando una sonrisa tranquila—. Era como si todo estuviera dentro de mis expectativas —.Déjame mostrarte la razón.
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