—De repente, la mente de Abadón fue lanzada de vuelta a la realidad como si no hubiera pasado tiempo desde que se había ido.
Su hija aún demandaba obstinadamente más magdalenas, y sus esposas aún se reían de su graciosa expresión.
—¿Qué fue eso...? ¿Qué quiso decir con que iba a
—Puedo entender su reacción, estas magdalenas son bastante deliciosas —dijo una voz desconocida.
El aire pareció haber sido succionado de la habitación cuando habló.
Detrás del sofá había un hombre desconocido vestido con túnicas blancas y piel como mármol labrado.
Su rostro era andrógino y hermoso, y sería difícil decir que era un hombre si no fuera por sus túnicas que revelaban su pecho.
El hombre parecía ser la quintaesencia de la gracia, ya que incluso mientras comía una magdalena mantenía un aura regia.
No podían ver sus ojos ya que permanecían cerrados, pero de alguna manera tenían la sensación de que podía ver a través de toda su existencia.
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