Jaldabaoth creía que su plan era perfecto.
Como un dios de destrucción y creación, vive con el único propósito de devorar mundos y darles nueva forma con su perversa imagen.
Así que cuando la esposa de Yahvé misma declaró que deseaba crear un nuevo mundo con la menor interferencia posible de los dioses, él no pudo resistirse al atractivo de lo que estaba seguro sería su mayor banquete hasta la fecha.
Dado que a los dioses no se les permite interferir en mundos sin suficiente influencia, necesitaba a un apóstol, un mortal para difundir su nombre y las historias de su poder a través del mundo de Dola.
Pero, ¿cómo iba a lograr tal tarea con una cantidad limitada de poder para ejercer y sin idea de por dónde comenzar?
Sorprendentemente, la respuesta no se encontró en ese mundo sino en otro.
Mientras Jaldabaoth observaba distraidamente el mundo original creado por Yahvé, encontró un alma fragmentada que de alguna manera funcionaba perfectamente.
No estaba en coma, ni estaba loco.
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