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Silencio.
Un silencio puro e ilimitado irradiaba en la vasta extensión.
Mientras las luces doradas danzaban por la habitación como luciérnagas, Rey se mantuvo frente a su Familiar, su pregunta resonando en la mente de ambos.
El rostro de Ater permanecía igual. Tenía una sonrisa tranquila y, a pesar de la peligrosa pregunta que se le había hecho, nada cambiaba en su actitud.
—¿Qué haría, eh...? —Levantó lentamente la mano a su barbilla y la frotó mientras cerraba los ojos por un instante.
—¿Necesitas tiempo para pensarlo?
—No, no... eso no es —respondió rápidamente Ater a la pregunta de Rey, inhalando profundamente como si absorbiera la pregunta—. Es solo que... me parece una pregunta bastante directa.
El rostro curioso de Rey contrastaba agudamente con la expresión completamente resuelta que Ater mostraba.
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