—Serías despedida del castillo —dijo Ian cuando se alejó un paso y sus ojos se clavaron en Vella, quien no le devolvía la mirada—. Deberás saber que esto ni siquiera es la mitad del castigo que deseo imponerte, y tu cuello aún está unido por fortuna a Elisa, a quien tú y tu amigo casi matáis por vuestra ingenuidad e innecesaria bondad.
Las palabras solo dejaron a Vella en silencio. Ella sabía que estaba equivocada. Si hubiera denunciado a Carmen en lugar de intentar hablar o quizás llevar a alguien como tercera persona, podría haber evitado resultar herida, lo que solo llevó a que Elisa también lo estuviera.
Entonces Ian se alejó del lugar en que se encontraba y caminó hacia el gran armario antes de abrir la puerta. Sus ojos se posaron en la ropa y, con su mano, apartó las prendas, dejándolas caer.
Encontrando el fondo del armario, sus ojos se fijaron en el pequeño pergamino con papeles. Cada uno de ellos contenía el mismo pentagrama de círculos de magia con sangre en ellos.
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