Esperanza miraba aprensivamente la escena ante sus ojos. Su respiración se aceleró cuando sus piernas cedieron su peso, y cayó al suelo irregular de la cueva.
Había alrededor de miles de cadáveres allí. Esperanza cerró los ojos y esperó que, todo lo que viera ahora desapareciera en el momento en que los abriera.
Desafortunadamente, eso no sucedió cuando miró a través de sus pestañas.
Cerrando los ojos de nuevo, apoyó su cuerpo contra la pared húmeda de la cueva mientras ajustaba su respiración.
Aquellas luciérnagas…
—Realmente me encontré con los fantasmas —se lamentó Esperanza—. ¿Por qué tenía que ver todo esto?
A Esperanza le tomó un rato reponerse y abrió los ojos de nuevo. Las llamas de las antorchas danzaban en sus ojos, mientras miraba al techo de la cueva y procedía a girar la cabeza y mirar los montones de huesos a su lado izquierdo.
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