TODAVÍA ESTOY EN LA CIUDAD FULBRIGHT

La forma en que Raine mencionó su título, con un tono tan fuerte, como se suponía que debía ser su Luna, fue algo totalmente inesperado.

Y este repentino comportamiento feroz de Raine hizo que Calleb se detuviera en seco y lamentara sus palabras. A veces, debido a su cercanía, Calleb olvidaba su posición y regañaba a Raine como si regañara a una hermanita.

Fue un error de su parte, porque independientemente de cómo Raine lo viera como un hermano mayor, ella seguía siendo su Luna.

Que él le hablara duramente era una forma de faltarle el respeto a su líder. En otras manadas, su acción habría sido difícil de perdonar, ya habría sido degradado.

—Lo siento, Raine. Es solo que me puse muy nervioso porque no estabas en tu habitación —suspiró profundamente Calleb—. Ahora dime, ¿cómo puedes estar súbitamente en la ciudad de Fulbright? Esto no tenía sentido, o tal vez, solo tal vez, ¿Calleb lo había escuchado mal?