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EL ALMA (3)

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No existe tal cosa como una alma gemela... y ¿quién querría que la hubiese? No quiero la mitad de un alma compartida. Quiero mi propia maldita alma.

—Rachel Cohn

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La niebla avanzaba hacia abajo junto con la llovizna que caía en el rostro de Raine.

La chica se puso la capucha para protegerse de mojarse, a pesar de que eso no iba a ser de mucha ayuda. Dejó que su larga cabellera negra y lisa cayera al lado de su rostro, dificultando que la gente viera su pálida tez.

Los ojos negros de Raine miraban hacia abajo y se fijaban en la calle debajo de ella, evitando tropezar con la gente alrededor suyo mirando sus zapatos.

No se atrevía a levantar la cabeza.

No importaba dónde estuviera, a menudo veía cosas que otros no podían ver. Había otras criaturas alrededor de ellos y le aterrorizaba, ya que nadie más excepto ella podía verlas.

Había estado intentando fingir como si no viera ninguna de ellas, como si no existieran. Había estado intentando desde hace un año, cuando le dieron el alta de una institución mental, sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo—intentar. Era muy difícil.

Esas 'criaturas' estaban por todas partes.

Ahora había desarrollado una nueva costumbre de mirar hacia sus zapatos para salvarse de verlas. Había aprendido que esas criaturas no le prestarían ninguna atención si actuaba como si no las viera en primer lugar.

Era una noche lluviosa y Raine odiaba deambular sola por la calle, especialmente cuando el sol se había puesto hace horas, porque las criaturas que rondaban a esa hora eran más aterradoras que nunca.

La gente en el orfanato, el lugar donde vivía ahora, diría que sufría de agorafobia, que era un trastorno de ansiedad donde la persona percibía su entorno como inexplicablemente inseguro.

Raine no podía discutir esto, literalmente, y además era una explicación más fácil para sus ataques de pánico que tener que explicar lo que realmente experimentaba diariamente desde la infancia.

Si no fuera por recoger la medicina de la Sra. Sullivan para su asma de la farmacia porque se había quedado sin suministros, Raine no tendría que estar fuera y medio mojada esta noche.

Guardó la bolsa de la medicina bajo su sudadera marrón abrazándola.

Cuando llegó al paso de peatones, pulsó el botón del semáforo y levantó ligeramente la cabeza para ver las luces de tráfico, cuando vio la luz verde con un símbolo de peatón caminando, rápidamente cruzó la calle.

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—¿Qué dijiste? —Rafael estaba sorprendido.

—¿Una compañera? —Calleb intervino—. ¿Alfa, estás bromeando ahora? Pensé que era imposible que tú tuvieras una compañera...

Torak fulminó con la mirada a Calleb y hizo que el chico se estremeciera bajo su mirada amenazante, a menudo pensaba que su boca traería la muerte para él más rápido, literalmente. Bajó la cabeza, se volvió lo más sumiso que pudo y jugueteaba con sus propios dedos.

Mientras tanto, Rafael seguía mirando a Torak intensamente desde el espejo retrovisor con la boca abierta, sus labios se movían como si quisiera decir algo, pero no parecía encontrar las palabras correctas en respuesta a lo que Torak acababa de decir.

A su lado, Calleb vio que la luz se tornó roja, pero como pensó que Rafael también la vería, no le recordó al Beta, después de todo él era el conductor. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que el coche no disminuía la velocidad incluso con la luz roja, y había una chica peatón a punto de cruzar el paso cebra, sus ojos se oscurecieron de horror.

—¡Mierda! —Calleb maldijo en voz baja. Con su velocidad de licántropo, levantó la pierna, pisó encima del pie de Rafael y frenó en seco.

Las llantas devoraron la carretera de asfalto con un chirrido que les lastimaba los oídos.

—Maldita sea —Rafael murmuró cuando vio a una chica con una sudadera marrón a solo una pulgada antes de que su cuerpo chocara contra su coche.

—De nada —Calleb le dio una sonrisa nerviosa mientras sus ojos volvían al color verde.

No podían ver bien a la chica por la capucha y su pelo desordenado, pero con una mirada estaban seguros de que la chica estaba bien. En shock, pero bien.

Se demostró cuando la chica se alejó rápidamente de su vista, estaba corriendo para ser exactos.

—Deja de echarle un vistazo a nuestro Alfa mi querido Beta. Casi matas a alguien —Calleb le regañó.

Cuando Rafael estaba por decir lo que quería decir, un sonido de la puerta que se abría y se cerraba de golpe, los sobresaltó, y lo siguiente que supieron, vieron a su alfa corriendo a través de la lluvia.

—¿Ahora qué? —Calleb echó un vistazo a Rafael.

—¡Salgan! —Rafael ordenó mientras abría la puerta, se deslizaba fuera del coche y perseguía a Torak.

—¿Salir? ¿Ahora? Está lloviendo... —Calleb murmuró mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad.

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