—Luz del Creador —le encantaba cuando ella ponía esa mirada en su rostro. Como si quisiera devorarlo entero. Había visto la luz encenderse detrás de sus ojos cuando se quitó la camisa, así que se pasó la mano por el cabello, echándoselo hacia atrás para poder verla claramente, y se recostó, apoyándose en sus manos y sonrió con la sonrisa perezosa que siempre la hacía sonreír a ella. Estiró una pierna para que yaciera contra su cadera y esperó para ver qué diría ella.
Podía ver cómo su pecho se elevaba y bajaba más rápidamente, y el suyo propio también se aceleró. Pero ella no se movió. Sus ojos empezaron en los de él, pero se deslizaron hacia abajo por su cuello, su pecho, su estómago... y más abajo. Lo sintió como un dedo en su piel, y su cuerpo saltó para encontrarse con ese toque. Si no se quitaba estos pantalones pronto corría el riesgo de perder la circulación.
—¿Elia? —dijo él suavemente un momento después, dejando que su lengua rodara sobre su nombre.
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