La mujer parpadeó mientras miraba a Hazel con esperanza pero dudas. Había visto cómo Hazel temblaba e impotente, justo como su hija. Ella no tenía poder.
Aunque su marido sí lo tenía, ¿cómo podía confiar en un monstruo chupasangre para que la ayudase y salvara a esas jovencitas? No tenía idea si él trataba bien a Hazel o si era otro Vicente o peor.
—Esto es todo lo que puedo decir, sé que no puedo forzarla, pero si cambia su decisión y desea mi apoyo, entonces venga a mí en la próxima semana. Una vez que me vaya, estaré demasiado lejos para ayudar. —Y también perderé mi poder. No seré más que una chica normal que podría tener tanto miedo como usted —añadió en su corazón mientras su mirada se apagaba.
No tenía idea de qué estaba haciendo Rafael en estos días, pero su rechazo la noche anterior dejó claro que no tenía intención de mantenerla cerca una vez que terminara con su padre y hermanos.
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