La sala de pinturas estaba débilmente iluminada, con la única fuente de luz proviniendo de la ventana que daba al oeste. Paulina estaba sentada en una silla de madera, concentrada en su pintura, intentando perfeccionar cada pincelada.
Había pasado la noche anterior aquí. Era el único lugar donde se sentía segura, y no quería ser una carga para Alicia aferrándose a ella.
Había estado dedicando su tiempo a pintar, ya que parecía ayudarla a distraerse de todo lo que había sucedido últimamente.
Alicia le había descrito cómo lucía e incluso había hecho bocetos de cómo solía vestirse para darle a Paulina una idea, por lo que trató de hacerse una imagen en su cabeza y realizar un retrato bonito de ella, mucho más grande de lo que había dibujado en toda su vida.
Había estado pintando durante unas horas cuando oyó pasos afuera. Su corazón dio un vuelco y trató de asegurarse a sí misma de que había oído mal. ¿Quién podría venir aquí?
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