—Señor Elyon, a pesar de mi reticencia a poner mi manada en peligro, mi responsabilidad como Anciano es rectificar la situación, utilizando los medios necesarios. Confío en que comprenda mi decisión —Elyon se encontró totalmente conmocionado, desprevenido ante tal respuesta. ¿Cómo podría un anciano de la manada ponerse del lado de alguien tan errático como ella?
¿Y qué estaba pasando con esta manada desorganizada? ¿No debería un Alfa tener voz en sus leyes? ¿Por qué no había visto al Alfa desde que llegó? A menos que... ¿Podría ser lo que sospechaba?
—¿Están conspirando a espaldas de su Alfa? —preguntó, dejando tanto a Sarah como al Anciano Timoteo atónitos. La sonrisa confiada en su rostro desapareció, reemplazada por una mirada como si hubiera sido golpeada por un golpe fuerte.
—¡Arrancaré tus colmillos si persistes en oponerte a mí! —amenazó, gritándole.
—Así que, tenía razón, también estás violando la ley de la manada. ¿No te preocupa las consecuencias? —preguntó.
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