—Me escuchaste. ¿Por qué intentaste hacerme daño si no temías que yo expusiera tu robo? —Sarah reiteró su pregunta acusatoria, provocando una mirada irritada de Aurora.
—¿No estás exagerando esto? —Aurora cuestionó, perdiendo la paciencia.
—Déjamelo a mí, Luna —una voz calmada interrumpió desde detrás de Sarah. Su presencia infundió un miedo inquietante en Aurora, ya que él no parecía estar aquí para desafiar la cuestionable investigación de Sarah, sino que parecía estar de su lado.
—Anciano Timoteo, estoy agradecida de que esté aquí. Tal vez pueda ayudar a persuadirla de ser sincera. Sinceramente, siento lástima por ella —la voz de Sarah tomó un giro emocional repentino, con lágrimas corriendo por sus mejillas. Aurora nunca se había encontrado con una mujer tan astuta como Sarah. Un momento era una fiera bestia, y ahora parecía un niño vulnerable.
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