El emperador era un hombre de pocas palabras. Su breve discurso no era novedad para ninguno de los nobles en la sala. Incluso la manera en que sostenía a la joven princesa y se sentaba en el trono con ella, con sus bracitos de bebé danzando en el aire mientras se acomodaba en su regazo, no era nueva para ellos. Él había hecho lo mismo cuando el príncipe heredero era un bebé.
—Su majestad imperial, feliz cumpleaños.
—Feliz cumpleaños, su majestad imperial.
—Su majestad imperial luce hermosa como siempre.
—Su alteza imperial se ha convertido en un maravilloso príncipe heredero.
—Su alteza imperial, ¿recuerda a mi hija?
—Su majestad imperial…
—Su alteza imperial…
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