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—¿Su gracia no podría ser la culpable, verdad, Olivia? —preguntó Annalise con una mezcla de preocupación y esperanza en su voz.
—Su gracia está con ella en este momento. No se preocupe, señora, el duque le dará a usted y al joven maestro la justicia que ambos merecen —dijo Olivia mientras pasaba el peine por los húmedos bucles dorados de Annalise, quien estaba sentada frente al espejo del tocador.
—¿Crees que la duquesa es la culpable? Pero, ¿por qué haría tal cosa? Dante ya me dijo que su hijo será su heredero —Annalise observó cómo Olivia usaba dos bonitos pasadores para sujetar el flequillo a ambos lados. Ella podría haber seducido al duque, pero no quería su posición de heredero. Esa posición pertenece legítimamente al hijo de la duquesa, y su maestro nunca le había dicho que luchara por eso.
—Señora, usted es demasiado bondadosa. Es una lástima que la duquesa nunca pueda entender su corazón —Olivia negó con la cabeza después de terminar de peinar el cabello de Annalise.
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