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Confrontación (1)

—Sus palabras también llegaron a los oídos de Annalise. Aunque no quisiera creerlo, tenía que hacerlo, ya que la duquesa claramente no ocultaba su desdén por su presencia en el ducado. De hecho, la duquesa era la única que se beneficiaría más si ella hubiera perdido a su hijo.

—Annalise miró con calma a todas con una sonrisa —Tengo que disculparme, pero debemos detenernos aquí, señoras. Espero que podamos guardar silencio sobre el día de hoy. Podría haber un error en algún lugar, ya que su gracia no es alguien así.

—Lo mejor que podía hacer era decírselo a Dante. Ella, como segunda esposa, no podía cuestionar directamente a la esposa original, ¿y si estaba equivocada? La duquesa ya había dejado claro que nunca estarían cerca. Saltar a conclusiones podría empeorar la relación más que antes. También podría perder a Dante, y eso nunca debe ocurrir.

—De acuerdo, señora —dijo una de las damas.

—La fiesta de té estuvo genial —comentó otra.

—Disfruté cada momento, señora —afirmó una tercera.

—Aunque las noblezas querían quedarse y ver el drama completo, tenían que irse ya que la anfitriona quería que salieran del ducado. En sus corazones, sentían con fuerza que era la duquesa.

—Alguien que cuida del hermoso jardín del que hablas, no es un verdadero amante de las flores —la vizcondesa dijo sus palabras—. Si la duquesa es realmente la culpable, entonces estoy decepcionada.

—La vizcondesa tiene razón, señora. Usted tiene que encontrar al culpable, y si la duquesa es la culpable, es realmente una decepción —La marquesa movió su cabeza como si ya estuviera decepcionada de la duquesa.

—Gracias, señoras —Annalise sonrió tristemente ante sus palabras—. Estaba infeliz de que su fiesta de té llegara a su fin debido a un asunto complicado y que la sospechosa fuera la duquesa.

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—¿Amelia? —Isla, en su acostumbrado sencillo vestido con un grueso chal que la protegía del frío, se quedó en el jardín durante toda la fiesta de té de Annalise.

—Ella sabía que la última no se atrevería a traer a esas señoras al pabellón, y no quería ver a ninguna de esas mujeres. Una de las razones es su embarazo y otra es que la sociedad la estresa mucho y las mujeres embarazadas deben evitar el estrés.

—Es yo, mi señora —Amelia se paró a su lado mientras observaba el gran árbol que tenía capullos apenas cerrados. Las flores que su esposo había destruido en parte, bajaban su ánimo ya que le recordaban el día de la boda de Annalise. Le recordaban cómo él usó algo que ella apreciaba y quería mostrarle a su hijo nonato, por otra mujer.

—¿Ha terminado? —preguntó Isla.

—Sí, mi señora —Amelia asintió, diciendo:

— Los caballeros han encarcelado a la empleada.

—Eso es bueno —Sus palabras satisfacían a Isla—. Las cosas iban a su favor y estaba contenta por eso. Si Olivia pensaba que estaba en control, entonces estaba equivocada. Olivia podrá controlar el esquema, pero ella supervisa todo. Se asegurará de que el esquema se complete a la perfección, y los maquinadores sufrirán las consecuencias, no ella ni su bebé.

—Aunque, no habría predicho el esquema de Olivia si no fuera por los recuerdos de su segunda vida.

—Aparte de volver a encontrarte, estoy agradecida de que recuerdo el esquema de Olivia —Isla se acariciaba el vientre mientras seguía observando los capullos blancos del árbol—. Espero que florezca a tiempo antes de que dejemos este lugar, mi hijo.

—...Cuando el duque venga a mi habitación, ve a las mazmorras y haz que el caballero traiga a la empleada —Ella dijo sin quitar su mirada del árbol.

—Sí, mi señora —Aunque Amelia tenía sus sospechas sobre cómo su señora sabía del esquema, se mantendría callada y haría sus deberes como la empleada personal a la perfección.

Mientras el bebé y su señora estuvieran bien, nada más importaba para ella.

Así, Isla pasó su día observando los árboles con su pequeño tesoro mientras disfrutaba de la naturaleza que los cielos bendecían con su vista.

Mientras tanto... el duque Hayes estaba actualmente mirando la maceta de flores rojas en su mesa en su oficina. No podía creer lo que había escuchado de Annalise. Sabía que ella no era de las que mienten, pero aún así, su corazón no podía aceptar sus palabras.

—Spencer, ¿qué piensas? —Él miraba a su mayordomo desde la esquina de su ojo.

—Su gracia ya tiene una decisión. No hay necesidad de preguntar por las opiniones de este viejo. —Spencer, parado en el lado frontal de la mesa, dio una respuesta.

—Entonces, ¿quieres que acuse a la duquesa? Sé que te gusta ella y puedo ver que no te cae bien Annalise. —Dante conocía a Spencer, quien lo había cuidado en ausencia de sus padres, como la palma de su mano. Si a Spencer no le gusta algo o alguien, lo sabe muy bien, y podía decir que, aunque Annalise pudiera ser su segunda esposa, Spencer nunca la había considerado como alguien a quien serviría como a la duquesa.

—Su gracia... —Spencer suspiró—. Incluso si digo algo, no me escucharías. Entonces, ¿cuál es el uso de mis palabras?

Cierto. Dante sabía que Spencer estaba en lo correcto. Annalise no era de las que mentían y en este caso, la duquesa era la sospechosa. Annalise y su hijo son amenazas y para eliminar amenazas, debes erradicar la fuente.

—Veré a la duquesa mañana por la mañana. —Se decidió a creer en Annalise—. Ella será mi única esposa y la madre de mis futuros hijos. Como su esposo, si él no cree en ella, ¿quién lo hará?

—¿Pero por qué? —pensó mientras su mano se iba a su pecho.

¿Por qué siente que está a punto de cometer un pecado? Un pecado que nunca le será perdonado y se arrepentirá por el resto de su vida.

Spencer entonces sacudió su cabeza con una sonrisa triste. Sabía... sabía que el duque nunca escucharía. ¿De qué sirve hablar con alguien que ya tiene una decisión en su corazón?

Al final, solo podía aconsejar y rezar para que su gracia no cometiera el mismo error que su padre.

—Su gracia, sé que su gracia es alguien que no haría algo así. Podría ser que nos perdimos de algo. —dijo Spencer.

—Ella es la más sospechosa, Spencer, y tú estás de su lado. Tus palabras ya no importan —dijo Dante.

—Entonces este viejo reza porque no te arrepientas de nada —dijo Spencer con una sonrisa melancólica.

Desde aquel día que la duquesa pidió esas llaves, tuvo el presentimiento… solo un presentimiento de que ella podría desaparecer pronto.

Honestamente, cree que es la mejor decisión para alguien tan inocente como ella.

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Al día siguiente….

Toc Toc

—Adelante. —Isla, en su acostumbrada silla junto a la ventana, se volvió hacia el hombre que no había venido a su habitación durante meses.

La puerta se cerró y el duque pasó la gran cama para encontrarse con ella. No se acercó demasiado y se quedó a una distancia, al igual que su fría relación.

—Duquesa...

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