Yan Xiuchen pensó que les tomaría tiempo antes de llegar a casa. Con Xiao Rufeng desplegada en su regazo de esta manera, tan sensual y seductora que no estaba seguro de poder esperar un poco más.
Xiao Rufeng jadeaba y se aferraba a él. Murmuraba su nombre mientras él comenzaba a chupar la piel al lado de su cuello, sus manos recorriéndole los costados, tomándose su dulce tiempo con ella.
—Me gusta cuando dices mi nombre así —murmuró Yan Xiuchen, su aliento caliente contra su piel—. ¿Qué tengo que hacer para que lo digas otra vez?
Xiao Rufeng jadeó y se apartó para mirarle la cara.
—¿Quieres que te lo deletree?
¿Era realmente el mismo hombre que antes luchaba por mantener sus manos lejos de ella?
—Tal vez quiero que me supliques —susurró con los ojos entrecerrados, su mano frotando su suave muslo.
—Cierto, debería hacerte suplicar por mí —decidió.
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