Mientras Rosalind entraba al invernadero propiedad de las Familias Bendecidas, no pudo evitar maravillarse con el dulce aroma de las flores a su alrededor.
—Por aquí, por favor —dijo una de las criadas. Aparentemente, las Familias Bendecidas poseían una mansión en cada reino del Norte.
Esto estaba previsto para que pudieran usarla siempre que quisieran luchar en el Norte.
La mansión estaba ubicada no muy lejos del palacio y las murallas. Al parecer, hacía años que este lugar no estaba ocupado por un miembro de la Familia Bendecida.
Rosalind miró a su alrededor y no pudo más que apreciar el cálido y húmedo ambiente. Sus ojos encontraron el centro del jardín donde había una mesa de madera bellamente tallada, rodeada de sillas de madera tapizadas en terciopelo. La mesa estaba puesta con cubiertos elegantes, vasos de cristal y una colorida variedad de platos.
Rodeando la mesa había parterres exuberantes desbordantes de vibrantes flores que nunca había visto antes.
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