Los ojos de Rosalind se estrecharon ante el hombre de cabello blanco que hacía lo posible por evitar su mirada. Era alto y delgado, su rostro tendía más a ser bonito que a ser llamado guapo.
—¿Qué le habrá pasado? —preguntó ella. El hombre parecía enfadado y ella podía adivinar que el Duque podría haberlo golpeado hasta someterlo, pero no había moratones en su rostro. —No quiero conservar a alguien que podría matarme si cierro los ojos. Valoro mucho mi sueño —dijo ella.
—No te tocará de nuevo.
—¿Estás tan seguro?
—¿No confías en mí?
—¿Puedes culparme? —¿Debería realmente confiar en un extraño cuando su vida estaba en juego? Cierto, ella había revelado su Bendición al hombre y el Duque la había estado ayudando, pero este Huig parecía que la decapitaría en el momento en que ella cerrara los ojos.
¿Podría dormir sabiendo que alguien como él estaba cerca de ella?
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