En la inquietante quietud de la fábrica abandonada, con el peso de la traición y el engaño colgando pesados en el aire, la pregunta desesperada de Zhuang Yu finalmente rompió el silencio. Su voz, temblorosa con una mezcla de ansiedad y curiosidad, cortó la tensión.
—¿Cómo te diste cuenta? —Los ojos de Zhuang Yu, llenos de aprensión, estaban fijos en la mirada inquebrantable de Qin Yan.
Qin Yan, con un comportamiento sereno y recogido, comenzó a relatar el momento crucial cuando la verdad se había desenmarañado ante ella. Era como si estuviera narrando una historia casual, pero la gravedad de sus palabras era palpable.
—Todo comenzó cuando fui a tu casa ese día —empezó Qin Yan, con voz firme—. Recuerdas, ¿verdad? Estabas siendo acosada por ese falso novio tuyo.
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