Estaba inquieto. Desde el momento en que Elliana salió de la habitación, no podía pensar con claridad.
—¡Aaaa! —Sebastián gruñó de pura rabia mientras pateaba la piedra lejos en la distancia.
Sabía que no podía quedarse en la Posada con la cantidad de ira que sentía en ese momento.
Ella estaba herida. Podía verlo. Podía sentirlo en sus huesos. La forma en que sus ojos se llenaban de lágrimas, y sonreía a través del llanto, Sebastián podía verlo todo.
Habría estado bien si ella le hubiera dado una bofetada, lo hubiera odiado, o simplemente lo hubiera ignorado o gritado para desahogar su tristeza y frustraciones, pero la forma en que lo miraba, aún sonriendo como si nada estuviera mal, como si se lo mereciera todo, como si esperara que eso le sucediera, eso era lo que más lo frustraba.
Unterstützen Sie Ihre Lieblingsautoren und -übersetzer bei webnovel.com