Emily se quedó mirando en el espejo la marca sobre su pecho, que no había notado cuando se vistió esa mañana. Tenía un notable parecido con las marcas en forma de raíz que antes marcaban el dorso de las manos de su hermano. Pero, ¿qué tenía eso que ver con ella?
—¡Ah! —Se retorció de agonía mientras un dolor abrasador le atravesaba, parecido a un rayo impactando su pecho, sirviendo como un severo recordatorio del frágil estado de su alma. El dolor se negaba a disminuir, recorriendo su cuerpo y haciéndole perder el equilibrio hasta colapsar en el suelo.
Al oír un ruido tenue proveniente del interior de la habitación, Julia giró el pomo de la puerta y entró, soltando un grito.
—¡Princesa! ¿Está bien? —preguntó Julia, su voz llena de alarma. Rápidamente se inclinó para ayudar a Emily a levantar la cabeza, quien estaba encorvada del dolor, con el rostro colgando hacia el suelo.
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