—En una tierra donde a menudo se gestaban tormentas y el cielo cargaba nubes oscuras, un baúl que emitía sonidos apagados acababa de ser llevado a un palacio y colocado dentro de una habitación. La puerta de la habitación se abrió y zapatos limpios entraron, avanzando hacia él.
Colocando su mano encima del baúl, Raylen lo desbloqueó y lo abrió para encontrar al diablillo aún atado en su interior. Ofreció una sonrisa amable a la criatura y dijo,
—Finalmente ha llegado el momento de liberarte, diablillo. Espero que hayas disfrutado de tu pequeño viaje conmigo, a pesar de que no pudimos pasar mucho tiempo juntos.
Migdre deseaba lanzar una mirada amenazadora al archidemonio Raylen, pero temía quedar atrapado dentro del baúl para siempre. Tal era este hombre. Cuando intentó hablar, todo lo que salió fueron ruidos incomprensibles.
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